Para mi cumpleaños número 30, decidí hacerme un regalo muy especial y cumplir mi sueño de recorrer el Camino Inca, el viaje de cuatro días que te lleva a uno de los lugares más espectaculares que conozco: Machu Picchu.
El día del inicio de la caminata, caí en la cuenta de que era la primera vez que hacía un viaje sola. Siempre alguien espera por ti, siempre una persona te da el encuentro en tu destino. Pero sola, sin nadie que me acompañe, ni con quien conversar o compartir la experiencia… nunca había sucedido.
Así como yo, miles de chicas en todo el mundo toman la decisión de salir a explorarlo, ya sea en grupo o en solitario. De hecho, los viajes para mujeres son una de las tendencias que más ha crecido en los últimos años.
Según un estudio de la Escuela de Negocios de la Universidad George Washington de Estados Unidos, dos tercios de los viajeros hoy en día son mujeres. El mismo análisis afirma que el 80% de las decisiones a la hora de viajar las tomamos nosotras, ya sea que lo hagamos solas u organicemos unas vacaciones en pareja, familia o con amigos.
El espíritu viajero femenino no es actual. Ya en el año 381, la peregrina Egeria inició una travesía en la que recorrió Tierra Santa durante cuatro años y la inmortalizó en una serie de manuscritos en latín que hoy podemos leer en el libro “El viaje de Egeria”. A lo largo de la historia, las mujeres hemos seguido viajando pero con un perfil bajo, manteniendo el papel social que nos correspondía… hasta ahora.
Uno de los motivos por los cuales las mujeres deciden armar su equipaje y salir a recorrer el mundo es la mayor independencia que tenemos. A diferencia de hace veinte años, somos más las que podemos estudiar una profesión y trabajar, ganar nuestro propio dinero e invertirlo en lo que nos satisface. Incluso hay un incremento de mujeres que deciden posponer la maternidad y el matrimonio para “vivir experiencias” en busca de su desarrollo personal y profesional.
Este empoderamiento femenino también determina cómo empleamos nuestro tiempo, orientándolo a buscar actividades que implican romper con la cotidianeidad. En este sentido, muchas mujeres eligen aprovecharlo haciendo viajes prolongados a lugares que las lleven fuera de su zona de confort dando origen a un nuevo perfil de viajera: la aventurera.
Durante mi recorrido por el Camino Inca, era común cruzarme con muchas chicas en ruta. Mis compañeros de viaje fueron una familia donde Paula, la madre, había pedido como regalo por su cumpleaños número 60 (¡Vaya coincidencia!) poder hacer este camino. Un grupo singular, donde una baby boomer, una millennial y una centennial - la hija de Paula tenía 19 años - se reunían en una experiencia única.
Este espíritu de aventura tiene un vínculo directo con la búsqueda de desconexión. El trabajo, la familia y las obligaciones diarias pueden ser agobiantes, gatillando la necesidad de dejar temporalmente de lado la vida cotidiana. Para algunas, un viaje tiene un efecto terapéutico que les permite reconectarse consigo mismas, superar momentos difíciles o poner a prueba sus capacidades aumentando la autoconfianza.
En esa búsqueda de la experiencia perfecta, hay mujeres que optan por organizar su viaje solas usando las herramientas que ofrece internet, como páginas especializadas, reviews o redes sociales. Sin embargo, y dadas las nuevas condiciones de viaje que ha traído la pandemia mundial, hay un aumento en el grupo que prefiere dejar la planificación en manos expertas.
Ante esta nueva tendencia, existen agencias de viajes que brindan una oferta pensada en el público femenino. Son programas especializados, muchas veces armados y liderados por mujeres, donde los grupos están compuestos solo de pasajeras. Considerando los gustos variados de cada una de ellas, los paquetes cuentan con actividades que buscan satisfacer sus expectativas y darles la mejor experiencia de su vida.
La consigna detrás de estos itinerarios es permitir a las viajeras adentrarse en la esencia del destino, además de conocer sus atractivos más populares. La interacción con las personas locales es infaltable, permitiendo así un conocimiento más profundo de las costumbres y la forma de vivir de cada lugar. También se tiene en cuenta el desarrollo sostenible de las comunidades a través del consumo de productos propios y el aprovechamiento de recursos provistos por los lugareños: restaurantes, hospedajes, talleres, etc. Todo sin dejar de lado detalles especiales, incluso de lujo, para quienes quieren engreírse.
Perú es un buen destino pensando en los viajes para mujeres gracias a su diversidad de atractivos. Cada agencia ha diseñado itinerarios según los requerimientos de sus mercados y el tipo de clientas que atienden: algunos se enfocan más en la aventura con caminatas, otros en actividades de relajación como yoga y masajes o incluyen también experiencias de turismo vivencial en comunidades rurales. Además de Cusco y Machu Picchu, los paquetes incluyen otros destinos nacionales como Puno para conocer el lago Titicaca, Ica para visitar la Reserva Nacional de Paracas o Puerto Maldonado para pasar unos días en plena selva con hospedaje en un ecolodge.
Ser una mujer poderosa no es solo tener solidez económica y confianza. Es también experimentar la vida al máximo, tener el valor de salir de una burbuja y viajar para abrir los ojos al mundo. Luego de vivirlo, puedo asegurar que es una sensación que vale más de un millón de dólares.