Caminar por las calles de Cusco es reencontrarse con la historia del Perú. Nuestro pasado inca se respira en cada paso mientras se avanza por las calles rodeadas por enormes piedras perfectamente encajadas unas con otras, signo de la impresionante capacidad constructiva de este imperio que sigue sorprendiendo al mundo más de 500 años después.
Lo mismo sucede con la herencia colonial. Su presencia es innegable en cada iglesia, en cada convento, en cada pieza de arte de la Escuela Cusqueña que decora las paredes de hoteles, edificios y templos. Ambos legados se unen en la Ciudad Imperial, convirtiéndola en un lugar único en el mundo con una mística sin igual.
Así como la ciudad refleja esta amalgama entre lo inca y lo español, las tradiciones y celebraciones del pueblo también lo hacen. Y si bien cada pequeña comunidad puede tener sus festividades propias, hay una que reúne a todos, de la misma forma como sucedía durante el apogeo del Tahuantinsuyo. Se trata del Inti Raymi, la fiesta del Sol.
Cada 24 de junio, día del solsticio de invierno, Cusco se paraliza. La Plaza de Armas se llena de gente, tanto turistas como locales, para disfrutar de la representación de la festividad más importante durante el Imperio incaico. Era el día en el que el inca, como hijo del sol, agradecía a la deidad por los bienes recibidos y pedía que siguiera siendo propicio con el pueblo. Con un dios a gusto, podían empezar bien el nuevo año.
Huaycapata – la actual Plaza de Armas de Cusco – fue el escenario de esta festividad en tiempos incas. Hasta ahí llegaban los personajes con más rango del imperio como curacas, líderes militares y administrativos provenientes de los cuatro suyos. Miles de personas peregrinaban hasta Cusco y se preparaban tanto física como espiritualmente para participar del evento principal de su calendario. Algunas crónicas aseguran que los invitados debían ayunar por días antes de la ceremonia como una forma de purificación y que la celebración duraba entre 9 y 15 días.
El Inti Raymi dejó de realizarse en 1572, luego de que el virrey Francisco de Toledo lo prohibiera oficialmente por considerarlo pagano. No fue hasta 1944 que se decidió recuperar la tradición y convertirla en un espectáculo único, lleno de color y simbolismo. Teniendo un guión basado en la descripción que el Inca Garcilaso de la Vega hizo de la fiesta en su libro Comentarios Reales, el Inti Raymi moderno inicia en el Coricancha. Durante el imperio, el Coricancha fue el templo dedicado al sol más importante del Tahuantinsuyo hasta donde llegaba el inca y los nobles a dejar sus ofrendas y rendirle culto en privado.
Luego de la invocación al sol, el inca y su séquito parten hacia la Plaza de Armas sobre una litera. Las mujeres, ataviadas con coloridos trajes, dejan un rastro de pétalos marcando el camino del gobernante mientras entonan cantos en quechua. Ya en la plaza, se lleva a cabo “el encuentro de dos tiempos”: el inca y el actual alcalde de Cusco se juntan, una alegoría al carácter vivo que el legado incaico aún tiene en la ciudad.
Finalmente, los cientos de actores llegan hasta Sacsayhuamán, el imponente centro arqueológico con una impresionante vista de la Ciudad Imperial. En la plataforma ceremonial central, conocida como ushnu, el sumo sacerdote espera al inca para dar inicio a la ceremonia central junto al pueblo que representan los cuatro suyos, luciendo sus trajes típicos y realizando sus danzas tradicionales. El inca realiza el brindis ceremonial con el sol, simula el sacrificio de una llama para agradar a los dioses y enciende el fuego nuevo que los acompañará durante todo el año.
¿Quieres ser parte del Inti Raymi? No dejes de ver la transmisión a continuación: