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Camino Inca a Machu Picchu en 2 días

Publicado el diciembre 23, 2024

Escrito por: LimaTours

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Silvia Trujillano, Destination Specialist para Europa en LimaTours y dedicada a crear experiencias únicas para los viajeros que desean descubrir Perú, recientemente se embarcó en una aventura para probar de primera mano la ruta del Camino Inca de 2 días y 1 noche a Machu Picchu, una de las rutas más emblemáticas del país. A través de su relato, Silvia nos cuenta cómo fue enfrentarse a este desafío, superando sus propias expectativas y disfrutando de la belleza natural e histórica que solo el Camino Inca puede ofrecer. Los invitamos a descubrir su experiencia, narrada por ella misma y llena de detalles, que hacen de este viaje algo verdaderamente especial:

La aventura comenzó temprano, con el trayecto desde el hotel hacia la estación de Ollantaytambo, donde subimos al tren Vistadome. Fue un viaje lleno de anticipación; en cada ventana, el paisaje andino parecía hacerse más majestuoso a medida que avanzábamos. Ya en la estación, nos abastecimos de lo esencial: agua, bloqueador y hasta un sombrero para protegernos del sol que nos acompañaría durante la caminata.   

 

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Al llegar al km 104, nos bajamos y el sonido del río Urubamba nos recibió. Tras cruzar el puente, el sendero nos llevó a las primeras ruinas de Chachabamba, a solo unos minutos de nuestro punto de partida. Allí el guía nos introdujo a la historia de este sitio ceremonial, el cual era un lugar de culto donde se le rendía homenaje al agua, un recurso vital en la cosmovisión andina, y yo sentí cómo la conexión con la antigüedad se hacía presente. Fue alentador saber que él nos guiaría a nuestro ritmo y, como dijo, esta caminata no era una competencia. Mi espíritu sedentario respiró tranquilo, y con su ánimo constante, me sumé al grupo sin prisas. 

 

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La primera parte de la caminata fue en ascenso, y aunque desafiaba mi resistencia, el guía mantenía una narrativa fascinante sobre la historia y las leyendas del Camino Inca. Me sentí apoyada no solo por él, sino también por mis compañeros, quienes compartían el esfuerzo y la emoción de cada paso. Luego de un buen rato, llegamos a una pequeña cascada, un rincón donde el agua cristalina y el verdor de la vegetación creaban una atmósfera de tranquilidad. Ahí nos detuvimos a descansar y tomar algunas fotos; el agua fresca parecía renovar nuestras energías, preparándonos para el siguiente tramo hacia Wiñayhuayna. 

 

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La subida hacia Wiñayhuayna fue un reto mayor, pero al llegar, todo esfuerzo fue recompensado. Este sitio arqueológico, cuyo nombre significa “Siempre Joven” en quechua, se alzaba con terrazas verdes y vistas impresionantes de las montañas. Ahí conocí a una pareja mayor que iba en otro grupo, y la señora, a pesar de la dificultad, nos alcanzó y nos contó, con una sonrisa cansada, que había contado nada menos que 322 escalones de piedra para llegar hasta ese punto. Al mirar hacia abajo, comprendí la magnitud de su logro y el nuestro. 

 

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Continuamos la caminata hasta el campamento final del Camino Inca, donde varios grupos descansaban antes de proseguir. Este campamento es el último para quienes hacen el recorrido completo de 4 días y 3 noches, y algunos aprovechaban la tarde para regresar a la cascada cercana. Nosotros aprovechamos para disfrutar de nuestro box lunch y reponer energías.  

Luego, el guía nos habló de las temidas “escaleras de araña” o “escaleras matadoras”, que me despertaron cierta ansiedad. Cuando las vi, supe de inmediato de dónde venía el nombre: eran unos escalones de piedra, altos, casi verticales, que requerían usar las manos y los pies para subir. Con cada paso me concentraba en mirar solo al frente, sin voltear hacia el vacío. Fue un desafío físico intenso, pero la recompensa nos esperaba en la cima. Finalmente, tras esas escaleras, alcanzamos el Inti Punku, la famosa Puerta del Sol. Ahí estaba Machu Picchu, desplegada ante mis ojos, envuelta en una luz suave que hacía resplandecer cada piedra de sus muros antiguos. Fue uno de esos momentos que se graban en el alma para siempre. 

 

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Después de las fotos y un breve descanso, descendimos para adentrarnos en la ciudadela y recorrer el Circuito Panorámico (1-B), que nos ofrecía la icónica vista de Machu Picchu desde la terraza superior. Desde ese ángulo, se obtiene la clásica postal que todos conocemos: una perspectiva majestuosa que encapsula la grandeza de la arquitectura inca. Tras un día tan completo, nos dirigimos hacia los buses para bajar a Aguas Calientes (Machu Picchu Pueblo), con el cuerpo cansado, pero el corazón lleno de recuerdos. 

 

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Al llegar al hotel en Aguas Calientes, recogí mi bolso, que había sido transportado en tren desde el km 104 para poder realizar la caminata más ligera de peso. Me di una merecida ducha, descansé los pies y, ya recuperada, salí a recorrer el pueblo. El río Urubamba acompañaba mis pasos mientras exploraba sus calles llenas de vida, con restaurantes y ferias de artesanías que reflejan la esencia vibrante de este lugar rodeado de verdes montañas. 

Al día siguiente, regresamos a Machu Picchu a las 8 de la mañana para iniciar el Circuito de la Realeza (3-B). Este recorrido, más pausado, nos permitió adentrarnos en la zona urbana de la ciudadela, donde visitamos la Casa del Inca y el imponente Templo del Cóndor. A cada paso, las estructuras parecían cobrar vida, como si sus muros guardaran secretos de siglos pasados.  

 

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Con una última mirada hacia la ciudadela, volvimos a tomar el tren Vistadome, que nos llevó de regreso a Ollantaytambo. Cada paisaje que desfilaba por la ventana era un recordatorio de la grandeza de esta tierra y de la experiencia inolvidable que acababa de vivir. 

 

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Este viaje por el Camino Inca fue más que una excursión, fue una travesía hacia el pasado y una prueba de resistencia que dejó una huella profunda en cada uno de nosotros. Desde la quietud de las ruinas de Chachabamba hasta el impresionante recibimiento de Machu Picchu en la Puerta del Sol, cada paso nos conectó con la grandeza y la mística de los incas. Al final, no solo fue un desafío físico, sino un recorrido que nos permitió descubrir la fuerza interna que llevamos y el poder del asombro frente a uno de los lugares más icónicos del mundo. Sin duda, una experiencia que recordaré y atesoraré para toda la vida. 

 

¿Estás listo para tu próxima aventura? Descubre el Camino Inca con nosotros y vive una experiencia inolvidable diseñada para conectar con la verdadera esencia de Perú. 

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